Contra el olvido: Jack Veneno
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Contra el olvido: Jack Veneno

Desde: miércoles, 14 de abril de 2021 | Hasta: viernes, 26 de abril de 2024

También tiene su areola en los planos celestiales; me dijeron que al llegar al cielo se escuchó la voz del Negrito Figueroa, acompañado de su acordeón.

En México, desde hace muchos años, la lucha libre profesional es una pasión, es una catarsis, es una locura colectiva. La primera vez que visité a este país, lo primero que hice fue ir a La Arena, donde deliraban cientos y cientos de fanáticos, en un espectáculo donde todos eran “luchadores”, delirantes de justicia.

Durante la dictadura trujillista, todas las emisoras de radio tenían programas estelares con música mexicana y la mayor cantidad de cines a nivel nacional proyectaban numerosas películas de este país, donde la lucha libre afloraba con pasión, llena de ídolos populares como Blue Demon, Budy Montes, Mil Máscaras y El Santo.

De estas reminiscencias de admiración por la cultura mexicana, quedaba en el subconsciente popular del dominicano el deseo por ver en vivo presentaciones de lucha libre en el país, con luchadores mexicanos y dominicanos.

Al inicio de la década de los setenta, algunos empresarios, como José Brea Peña, comenzaron a presentar tímidos programas de lucha libre profesional, importantizándose estos con el surgimiento de la empresa “Dominicana de Espectáculos”, propiedad original del rudo luchador Arsenio Disla, conocido como Vampiro Cao, asociado luego con Jack Veneno, la cual se convirtió en una popular promotora que alcanzó niveles nacionales e internacionales.

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Aunque fuera un espectáculo deportivo de ficción, había que tener excelentes destrezas personales, cualidades excepcionales y carisma para triunfar. Poco a poco surgieron luchadores que penetraron profundamente en el imaginario popular, creando espacios mágicos de delirios colectivos.

Cada luchador era un símbolo representativo de los sectores populares, donde prevalecían las esencias de rechazo a una sociedad de desigualdades, de intolerancias, de injusticias y de desesperanzas, sobre todo con los surgimientos de héroes que triunfaban. En el fondo, la lucha libre era una catarsis para la sobrevivencia y el equilibrio social porque permitía la construcción de sueños y de utopías, sin peligro para el sistema, en episódicos momentos democráticos libertarios, como ocurre en el carnaval, con afirmaciones de identidad y de dominicanidad.

El fortalecimiento de Dominicana de Espectáculos como empresa, fue un esfuerzo titánico de los propios luchadores por sus dimensiones populares en un mercado de espectáculos de intereses comerciales. Eso produjo la elaboración de una campaña negativa, sucia, de prejuicios que proclamaba “que la lucha libre era un fraude, un feo y grotesco espectáculo de la chusma”. Después de tres sedes en barrios populares, terminaron celebrándose los programas de lucha libre en el anfiteatro de Radio Televisión Dominicana y en el Parque Eugenio María de Hostos, donde se fueron integrando aficionados de la clase media y algunas figuras como el artista José Lacay.

Los programas televisivos de la lucha libre por Color Visión, con las apasionadas narraciones de Silvio Paulino y de Alberto Tamarez, se convirtieron en un furor nacional y en una plaza comercial importante a nivel internacional. Jach Veneno, Vampiro Cao, Relámpago Hernández, el Puma, pasaron a ser héroes, incluso con dimensiones nacionalista. Nadie se identificaba con ningún luchador extranjero para que le ganara a un dominicano. En una lucha del rudo Vampiro Cao con un luchador extranjero, recuerdo la voz delirante de un fanático que gritaba a todo pulmón: “Dale, dale duro, que no es de aquí”. ¡La lucha libre era un afianzamiento de dominicanidad!

Por aquí pasaron excelentes exponentes internacionales como por ejemplo, El Santo, Blue Demon y Buddy Montes de México, Memo Díaz y Masambula de Colombia, Rick Flair de Estados Unidos, el Vudú de Haití, José Rivera de Puerto Rico, El Árabe, peruano que se aplatanó, pero de todos, el ídolo que enloquecía multitudes, con el cual todo el mundo se identificaba y deliraba, porque le ganaba a todos los de aquí y a todos los extranjeros, era Jach Veneno, que poseía el encantamiento de la utopía.

Jach Veneno, fue campeón de la National Wrestiling Allance a nivel internacional; junto al luchador puertorriqueño José Rivera, fue campeón de Norteamérica en la Wold Wrestinling Council de Puerto Rico, seis veces campeón mundial semicompleto de Dominicana de Espectáculos y campeón de la bolita del mundo. ¡Jack Veneno se convirtió en un mito y en una leyenda!

Mi afición por la lucha libre comenzó en Río de Janeiro, cuando T.V Globo presentaba todos los domingos un programa en vivo de lucha libre, a la cual yo asistía, donde conocí a luchadores de todo el mundo y a un icono brasileño como “Teddy Boy Marino”. Al comenzar a presentar programas de lucha libre en la ciudad de Santo Domingo “Dominicana de Espectáculos”, participaba en todos, junto con el maestro de la locución Napoleón Beras Prats.

Fui designado por la comisión Nacional de Boxeo y Lucha Libre Profesional, que presidía el Dr. Ramón Pina Acebedo, como Presidente de la Subcomisión Nacional de Lucha Libre Profesional. Así conocí de cerca a Jach Veneno y todos los luchadores del momento.

Estando con del Dr. José Rodríguez Soldevila, Ministro de Salud Pública, llegó a su despacho el Dr. José Francisco Peña Gómez. Por el tiempo transcurrido, personas que estaban fuera, dedujeron que era una conversación muy importante. Así fue, pero Peña Gómez y yo sacamos un espacito para hablar de Jach Veneno. Peña Gómez, al igual que yo, era un ferviente admirador de este icono popular.

Jack Veneno, un luchador excepcional, el más grande nacido en este país y sus alrededores, esencia popular, el hijo de Doña Tatica, el “campeón de la bolita del mundo”, demostró que se puede triunfar viniendo de abajo, en una sociedad de desigualdades sociales como esta y convertirse en un héroe, en un símbolo de un pueblo que sueña con un mundo de tolerancia, de igualdad y de paz. ¡Jach Veneno, vive en el corazón del pueblo y ahora en la eternidad!

Ídolo de millones de dominicanos, orgullo nacional, también tiene su areola en los planos celestiales, me dijeron que al llegar al cielo se escuchó la voz del Negrito Figueroa, acompañado de su acordeón que cantaba:

“Dijo San Pedro, lleno de emoción

a Jach Veneno,

voy un millón”

Por: DAGOBERTO TEJEDA ORTIZ 

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