El Carnaval Popular de San Cristóbal es una versión de carnaval al que no lo define exactamente el significado etimológico de la palabra carnaval. No es una fiesta donde el cuerpo y el alma se hartan de lo socialmente prohibido o censurado, ni es un festejo destinado al consumo exclusivo del turismo, donde se muestra lo cándido y pintoresco que existe en nuestra cultura local, ni mucho menos, una empresa cultural destina al negocio del espectáculo.
El Carnaval Popular es una opción de fiesta diferente con fuertes elementos contestatarios, expresados en la denuncia, la crítica, el reclamo y los planteamientos de solución que están al alcance de sus protagonistas, sin menosprecio ni afectación de la libertad creadora, ni de los elementos que lo componen como fiesta de la diversidad, la identidad y la democracia cultural.
Estos elementos están contenidos, fundamentalmente, en las comparsas que son organizadas por los barrios, centros educativos, organizaciones culturales y populares.
Es a través de esas comparsas, que se piensan, se estructuran y se ensayan en patios, azoteas, calles, escuelas, y en los lugares más insólitos, que se ha logrado revalorizar el carnaval en San Cristóbal, para convertirlo en una oferta de diversión con gran contenido didáctico y pedagógico; transformando esta fiesta “pagana” en un instrumento creativo de búsqueda, denuncia y diversión, sin que se pierdan los elementos que lo definen y sin caer en el panfleto vulgar, que ofende a la creatividad y al propio espíritu del carnaval.
Un aspecto muy importante a resaltar es el patriótico, ya que la fecha de la independencia nacional también festeja nuestro cumpleaños como dominicanos. Con su proclamación nacimos al mundo como dominicanos y el carnaval se ha asociado como la fiesta popular con que lo celebramos.
En el Carnaval Popular la creatividad se expresa en su gama completa, recorriendo el enorme intervalo que va de lo obvio a lo sutil, de lo ocurrente a la fantasía en su pleno esplendor y en la recreación de sus personajes tradicionales, como las roba la gallina, los pepes o africanos, los indios, los galleros, el toro y su tribu y los diablos cajuelos en sus distintas variantes.
Por ello, creo que el Carnaval Popular no sólo ha recuperado y revalorizado la tradición carnavalesca en San Cristóbal, sino que ha contribuido a recuperar y revalorizar la convivencia humana, cuando menos en el espacio de su propia expresión. Porque es sólo en ese espacio convivencial de creatividad, solidaridad, alegría, libertad e identidad, que produce el Carnaval Popular, donde es posible establecer una relación dialogante, con un potente componente educativo-liberador, que restaure y renueve el derecho a la alegría y a una vida mejor, más digna y más humana.
Sin embargo, en años recientes han aparecido “nuevos actores” en el ámbito del Carnaval Popular de San Cristóbal, sin vínculo histórico con el sector carnaval, sin dominio de la temática y sin experiencia organizativa alguna, que han actuado contra estas características que lo distinguen del resto de los carnavales dominicanos y constituyen su principal atractivo y su particular identidad, importantizando otros aspectos que, si bien forman parte del carnaval en general, su predominio convierten al nuestro en un lugar común al que no es posible distinguir del resto de los carnavales dominicanos.
Aunque en medio de esta “nueva experiencia”, confusa y disgregadora de los elementos que distinguen nuestra tradición carnavalesca, aparece una propuesta innovadora que restablece el vínculo con lo social-alternativo y lo tradicional identitario, que nos hace Luis Rivas: El Diablo Ecológico, basado en el reciclaje, que denuncia la contaminación ambiental y convierte basura plástica en obras de arte ambulante.
Jorge Guigni
Nota: Este texto está basado en el libro Carnaval Popular de San Cristóbal, que publicara en el año 2003.